Otro madrugón a las 7.30 y volvemos a desayunar en el Marco Polo que se desayuna mejor, a eso de las 8.00 de la mañana. Conseguimos desembarcar poco antes de las 9, en la cola del desembarque nos encontramos con el alemán y los ucranianos que conocimos en Casablanca, también habían alquilado un coche ese día.

Alquilar un coche para echar el día en Lanzarote resultó ser todo un acierto. El stand del Rent A Car estaba justo a la salida del muelle y estaba súper bien organizado. Nuestro stand no tenía cola así que nos atendieron muy rápidamente y en seguida estábamos en la calle. Justo antes de salir había un puestecito de información turística y allí nos informaron un poco de qué cosas eran interesantes de ver en Lanzarote, porque la verdad es que no nos habíamos preparado nada (el viaje peor preparado de toda la historia).

Decidimos ir primero al sitio más lejos, El Golfo. La conducción fue todo un placer, no había tráfico y las carreteras estaban súper bien. El paisaje de la isla de Lanzarote nos cautivó inmediatamente y además nos recordaba mucho a las islas volcánicas de Galápagos así que estábamos encantadísimos. Al llegar a la zona, pensamos en ver el pueblecito pesquero que había cerca, dejamos el coche y nos hicimos unas fotitos. El pueblo era la caña, un pueblecito pesquero súper tranquilo, con algunos restaurantes y algunos hostalillos… desde luego nuestra opción si nos fuéramos a quedar unos días.

Llegamos a “El Golfo”, dejamos el coche en el aparcamiento donde no había casi nadie, se veía que era tempranito. El Golfo era chulísimo, se trataba de obviamente un golfo pero en realidad estaba formado por medio cráter. La zona parecía totalmente sacada de una película de ciencia ficción, de otro mundo. Había muchos contrastes y partes interesantes, desde las rocas rojas rojas al más puro estilo marciano hasta la lgunilla de colores verdes y azules fuertes. Bajamos al cráter y nos dimos un paseo. En seguida empezó a llegar gente y aquello se masificó. Agata se compró una pulserita hecha con piedra de volcán.

Siguiente parada, “Los Hervideros”. Un sitio chulísimo. Se llama los hervideros porque se trata de unas formas rocosas volcánicas junto al mar donde el agua choca con fuerza y que durante los años se ha ido erosionando formando unas cavidades que parecen como ollas gigantes donde el agua entra y parece que está hirviendo de la fuerza que lleva. Muy interesante y peculiar. Nos dimos un paseillo por allí y hicimos varias fotillos. No estuvimos demasiado tiempo, volvimos a coger el coche y hicimos una mini parada en las salinas, que la verdad es que habiendo visto salinas en el Perú y otros sitios, tampoco era nada especial.

Nos dirigimos hacia una de las atracciones más importantes, el Parque Natural de Timanfaya, en el camino nos paramos en una tienda de Aloe Vera donde una chica que hablaba polaco nos hace una demostración de como se extrae las propiedades curativas de la planta. Agata compra pasta de dientes de aloe vera que estaba asquerosa!

Al llegar al Timanfaya nos encontramos con una cola enorme, de unos 45 minutos y nos informan que a eso de las 15.30 la cosa estaría mucho mejor así que decidimos volver luego. Llegando al Timanfaya vimos un montón de camellos en una atracción que tienen montada para que te des un paseíto en ellos y nos fuimos para allá. Eran dromedarios y costaban 12 euros por cada uno, osea que 6 euros por persona pues nos montamos los dos en uno. Te montan en cola de unos cuantos todos atados unos a otros, el de detrás nuestra no tenía ganas de trabajar y nada más que hacía protestar y hacer unos ruidos tremendos. La vuelta fue de unos 15 minutos y no te llevan muy lejos, pero la verdad es que para hacer tiempo no estuvo mal la experiencia.

Terminados los camellos volvimos a ver como estaba la cola del Timanfaya y finalmente decidimos dejarlo para más tarde. Nos fuimos a buscar algún sitio de comer lo cual no fue demasiado fácil. Primero nos fuimos a Playa Blanca, un pueblecito al sur de Lanzarote que resultó ser Matalascañas. El sitio no podía ser más playero dominguero. En seguida nos dimos cuenta de que no era para nosotros y nos largamos. Vimos en la guía que había un restaurante súper bueno en Yaiza. Como todo está muy cerca pues fuimos para allá. El restaurante se llamaba La Casona de Yaiza y después de perdernos y dar algunas vueltas nos lo encontramos cerrado, así que volvimos otra vez a la carretera y acabamos comiendo en una venta al lado de la tienda de Aloe Vera. Agata se comió una caballa y yo morena frita, acompañado todo de unas auténticas “papas arrugás” como mojo canario, todo por 30 eurillos. La hora aproximada de la comida entre las 14.15 y las 15.30.

Finalizada la comida, nos fuimos por tercera vez a intentarlo en el Timanfaya y fue la vencida. No había nada de colas y llegamos con nuestro coche a lo alto del todo (2 km) rapidito rapidito. La entrada se paga antes de subir, 9 euros por persona. Allí en lo alto, se organizan por grupos y por idiomas y te meten en un bus que es el que te hace la visita. El recorrido es de locos, meterse por ahí con una furgoneta ya es complicado, con un bus ni te digo. Te ponen una grabación que te va explicando como se formó aquella zona volcánica, debido a las erupciones de varios volcanes entre 1730 y 1736 y documentados gracias a los manuscritos del párroco Lorenzo Curbelo. La visita nos gustó bastante, es cortita pero merece la pena. Está grabada con temas de música clásica y la verdad es que hay momentos que te pones en situación y se impresiona uno.

Al terminar la visita del bus te hacen la “demostración del fuego” y la “demostración del agua”. Resulta que la zona sigue activa y a solo 10 metros de profundidad, la temperatura alcanza los 600 grados centígrados. De manera que en un hueco que hay en el suelo meten un manojo de ramas secas y al cabo de los pocos segundos empieza a arder de lo caliente que está ahí abajo. Es es la demostración del fuego, después te llevan a otro lugar donde hay unos agujeros en los que meten agua que tienen un cubo para que a los pocos segundos salga disparada a modo de géiser. Las demostraciones fueron muy chulas e interesantes. Al terminar fuimos a la tienda pero estaba cerrada… ohhhhh… también el restaurante estaba cerrado, pero pudimos ver la parte interesante y es un grill que tienen montado encima de lo que parece un pozo y es para cocinar la carne “al volcán”. Nos hicimos unas fotillos con el logo del parque que es un demonio y nos fuimos muy satisfechos de nuestra visita al parque.

De vuelta en el coche y para apurar los últimos minutillos decidimos volver por otro camino que nos lleva por unos viñedos curiosos, que crecen en suelo volcánico y de los que producen el vino de allí que es conocido.

Trayecto de vuelta sin ningún problemas, dejamos el coche en el sitio indicado, abierto y con la llave dentro del coche debajo de la alfombrilla. La gasolina fueron 10 eurillos.

Después de una duchita rápida, nos fuimos a ver el show del día. Se trataba de “Nature” y eran los artistas que ya habíamos visto una y otra vez esta vez disfrazados de animales y plantas y cosas así haciendo las acrobacias oportunas. Al terminar el show hubo la clásica despedida de la tripulación en la que lanzaron confetti y demás parafernalia.

Cervecita en el bar con una banda de música y cena otra vez con nuestros amigos españoles. Mucha gente había empezado y el crucero en Tenerife, así que esa era su última noche por lo que otra vez la cena fue en plan super larga con tarta final y muchas tonteriilas horterillas.