La Gran Muralla China

By April 20, 2014China, Travel

Salimos del hotel a las 8.30 preparados para un día de intenso turismo pues hoy teníamos una agenda bastante apretada. De 9 a 10.20, la primera parada, visitamos el Templo de los Lamas o Yonghe Temple que en un principio fue una residencia para los eunucos de la corte de un emperador y posteriormente se lo cedieron a los Lamas, por esa razón es un monasterio bastante particular puesto que se mezcla la arquitectura de residencia imperial con el hecho de que sea un monasterio. Además cierto emperador fue enterrado allí y se le dio al edificio categoría imperial así que se cambiaron las baldosas de verdes a doradas. Llegamos cuando abrían y como no se podían hacer fotos nos daban con la entrada un miniCD que por cierto nunca llegué a ver. El templo era muy chulo, seguramente el que más me gustó de todos los que he visto en China. Además como sigue funcionando te podías imaginar a los Lamas esa misma mañana rezando y haciendo cantos. Antes de salir nos hicimos fotos con un Lama que estaba por ahí dando vueltas con un tamborcito de esos que tienen unas cuerdas atada.

De 10.20 a 10.45 camino en furgo a la villa olímpica. No es que estuviéramos muy interesados pero por lo visto nos cogía de camino. Estuvimos allí unos 20 minutos, el tiempo que se tardaba en acercarse un poquito al estadio y hacerse la foto de rigor. Agata y yo salimos corriendo para ver también el aquatic center, que nos gustó mucho.

Con los deberes hecho de las visitas pendientes que teníamos en la mañana, nos volvimos a meter en la furgo rumbo a la Muralla China. Tardamos más de una hora, llegamos a las 12.15 al parking. Había tal cola para entrar que decidimos bajarnos y llegar a las taquillas andando. Fue un poco error ya que al papu le costó subir ya que acabábamos de comernos parte de nuestro lunch y al final tardamos un poco más.

La sección que visitamos de la Muralla China fue Mutianyu. Aquí al llegar, tienes un teleférico que te sube hasta lo alto de la colina. Para llegar al teleférico tienes la típica callecita llena de tiendecitas para turistas y mi hermana se compró un mantel que nos gustó.

El teleférico (al cual llegamos a la 13.05) te lleva hasta un punto desde donde se ve la típica foto de postal por lo que fue súper chulo el primer encuentro. Es one more time uno de esos lugares que no defrauda, un sitio tan icónico visto tantas veces en tantos libros que cuando estás en persona delante te parece increíble. Nos hicimos un montón de fotos. Papa y mama en la muralla china, marta y david en la muralla china, pablo en la muralla china, carlos y agata en la muralla china, todos en la muralla china, los hermanos en la muralla china…. y aquí voy a parar.

De ahí fuimos bajando (a veces se subía un poquito pero no mucho) siguiendo la muralla hacía una dirección. Se veía a lo lejos algunos cacho sin reformar y también se veía como a veces salía un trozo en perpendicular que sólo servía para despistar y relentizar a las tropas que venían a atacar.

Llegado a cierto punto, había un tobogán con cochecitos que te llevaba hasta abajo. Fue muy divertido montarnos toda la familia, cada uno en un cochecito!

A las 15.30, ya con un poco de retraso, llegamos a la parte de abajo del tobogán. Antes de salir en la furgoneta, nos dio tiempo a hacer un regateo express y comprar el mismo mantel que compró mi hermana. También le compré un panda gordito a Marco.

Heinz nos quería volver a llevar al mercado de la seda, pero le dijimos que ya estábamos hartos y que queríamos ver un Hutong que habíamos leído que estaba muy bien. El tráfico fue horroroso, así que llegamos al Hutong a las 18.00. Ahí nos despedimos definitivamente ya de Heinz pues de ahí nos íbamos a cenar y al día siguiente ya nos volvíamos. No nos quedaba mucho tiempo así que aunque al principio intentamos hacer un recorrido andando que venía en la Lonely Planet, al final decidimos volver a la calle principal y darnos tiempo libre. La callecita era muy muy chula y nos dio mucha pena darnos cuenta que ya se nos acababa nuestro tiempo en China y se nos quedaban cosas sin hacer. Habríamos cenado en cualquier sitio de por ahí seguro, pero ya teníamos planeado la cena del pato laqueado. Agata y yo nos fuimos por nuestra cuenta y recorrimos la calle entera metiéndonos en mucha de las tiendecitas. Compramos unos zapatos para Agata y también una tacita pequeña con forma de huevo y una carterita para Agatka.

A las 20.00 quedamos en el mismo sitio donde habíamos empezado y nos pusimos camino al restaurante recomendado para el pato laqueado. Empezamos a andar porque al principio Heinz nos había dicho que se podía andar aunque en realidad estaba bastante lejos. Al final decidimos aventurarnos a coger un taxi. Por fin conseguimos parar dos y nos pusimos en camino. Yo iba con Agata y mis padres y nuestro taxista se perdió, también porque le confundimos un poco nosotros. Al final hablando con Marta por teléfono conseguimos encontrar el sitio.

El restaurante era en plan pijo y la comida estuvo buenísima. Tardamos un montón de tiempo en decidir qué queríamos a parte del pato, además la carta era un libro enorme y eso no facilitaba las cosas. No tenían ni idea de inglés en el restaurante, así que tuve que poner en práctica mis conocimientos de mandarín asistido del maravilloso google translate.

Estuvimos de cena opípara hasta las diez de la noche y a la salida tratamos de que nos llamaran a un taxi pero esta gente no acostumbra a esas cosas. Nos fuimos a coger un taxi y lo estuvimos intentando un tiempo hasta que nos dimos por vencidos y nos fuimos a coger el metro. Estaba bastante vacío y nos estábamos acercando peligrosamente a la hora del cierre. Teníamos que hacer transbordo y con el primer tren no tuvimos problemas, sin embargo cuando llegamos al andén del segundo nos dijeron que habían cerrado. Salimos a la calle en vete tú a saber dónde y allí volvimos a intentar coger un taxi esta vez compitiendo con el resto de gente a la que habían echado a la calle del metro. Los taxis no paraban o paraban completamente aleatoriamente. Uno paró y cuando empezamos a explicarle dónde íbamos nos empezó a gritar y se largó. Nos desesperamos un poco la verdad, al final tuvimos la suerte de que pararon dos y que quisieron llevarnos. Llegamos al hotel un poco antes de la media noche.