
Hoy, como estábamos muy cansados de la noche anterior, quedamos con Heinz a las 9.30 en la recepción del hotel. El desayuno buffet dejó un poco que desear principalmente porque me resulta imposible no compararlo con otros. La china no me entendía que quería agua embotellada, se escapaba a su nivel de razonamiento. Al final me dio una botellita pero me dijo que ya no me podía dar más así que cada día a partir de entonces las coleccionaba en la habitación.
Entre una cosa y otra salimos a las 10.00. Beijing es una ciudad formada por avenidas gigantescas, practicamente como si fueran autopistas, aun así hay un tráfico horroroso continuamente así que se tarda una barbaridad siempre ir de un lado para otro. La primera parada fue un Hutong cerca de la plaza de Tianameng. Heinz nos lleva a dar un paseo y nos enseña algunas casas típicas y nos explica muchas cositas. Después entramos en una zona más animada (más parecido a un hutong) donde hay muchísimos chinos y muchas tiendas. Entramos en una farmacia donde vemos que se vende todo tipo de cosas raras, desde raíces de plantas hasta los bichos más extraños, como insectos, cocoons o caballitos de mar. Se pueden comprar raíces de ginseng especiales que cuestan un montón de dinero. Entramos en una librería y nos entretenemos comprando algunas cositas. Al final, después del paseíto, llegamos a la Plaza de Tiananmeng, que es la plaza más grande del mundo. Nos sorprende los controles de policía y nos registran varias veces las mochilas antes de entrar. Dentro de la plaza hay mucha vigilancia y cámaras de seguridad y por lo visto también hay muchos policías de paisanos para evitar que haya manifestaciones ya que la plaza es un lugar muy icónico para los chinos.
A la 13.30 llegamos a la entrada de la Ciudad Prohibida. Debido a la Revolución Cultural llevada por Maud, quedan muy pocas puertas de todas las originales y de los interiores hay muchas cosas que se han perdido, además, como bien nos apuntó Heinz, el lugar para el gran número de visitas que recibe al año está super mal preparado y muy abandonado, hay muchas cosas que necesitan restauración. Al entrar vimos como se llevaban a una señora por algun motivo que no entendimos pero la señora estaba bien enfadada. Agata se pilló auriculares con información en polaco y nos estuvimos dando una buena vuelta por allí. Heinz, el inagotable no-bebo no-como nos infló a comentarios y historietas y menos mal que teníamos mini-bocadillitos mangados del desayuno buffet porque no tenía ninguna parada planeada para comer.
Recorrimos toda la Ciudad Prohibida pasando por todas las casitas hasta llegar al otro extremo por donde había otra salida y que daba al parque Jinghan, desde donde subimos a la Colina del Carbón, que es una montañita artificial y desde donde se veían unas vistas increíbles de la Ciudad Prohibida, aunque la vista no era tan buena porque había mucha contaminación.
Después de la visita a la colina y ver un arbol donde se ahorcó Chongzhen, el último emperador de la dinastía Ming, nos volvimos a montar en la furgoneta y nos fuimos por fín a comer algo. A las 6 llegamos al restaurante al que nos llevó Heinz y al que se autoinvitó sin preguntar, por cierto. El restarurante estaba bastante bien, aunque carillo para ser China y con algunos turistas como clientes. Nos sentamos en una mesa redonda y nos hinchamos a comer, nos volvimos a pasar pidiendo comida, pero todo estaba riquísimo y por supuesto lo acabamos. La comida se suponía que era comida de la zona de Sichuan. A las 7 ya habíamos terminado de comer y nos volvimos a meter en la furgoneta 45 minutos hasta el mercado de la seda que es un centro comercial para turistas lleno de imitaciones de primeras marcas. El plan de Heinz era llevarnos allí todos los días, me imagino que a el además le vendría bien luego irse desde allí para su casa. Yo estaba reventado y no me apetecía ponerme a regatear, así que decidimos dedicarnos solo a preguntar los precios para empezar a hacernos una idea y al día siguiente ir directos a comprar lo que quisieramos.
Nos habíamos dado tiempo libre y quedamos cuando cerraron, a las 9 de la noche. Heinz nos dijo que lo mejor era cogernos un taxi desde allí pero eso resultó una tarea imposible. por supuesto podríamos habernos cogido uno ilegal pagando una pasta pero no estábamos dispuestos. Después de un rato decidimos intentar irnos en metro y para llegar a la entrada se nos ocurrió la brillante idea de cruzar una de esas avenidas… Aventuras en la gran ciudad!
Unos señores nos ayudaron a comprar los billetes (me dijeron qué había que decir y yo se los pedí en taquilla), que fueron super baratos. David se tenía estudiadísimo el plano de metro y fue muy fácil. Había que hacer un trasbordo, el primer tren llegó llenísimo, el segundo iba mejor. Al final llegamos sin problemas al hotel alrededor de las 10 de la noche. La family se quedó un buen tiempo mirando los whatsapp en el lobby del hotel, yo como tenía internet en el movil me fui directo al sobre.